Análisis reflexivo y autocrítico de mi práctica docente.
Mi profesión de origen es distinta, nunca me cansaré de decir que yo soy maestra por vocación, porque a pesar de que prácticamente fue el azar el que me colocó en este camino, decidí hacerlo de la mejor manera posible y en el trayecto, descubrí la magia que tiene el saber que puedes transformar vidas. Cuando empecé a trabajar no poseía las habilidades requeridas y no me capacitaron adecuadamente. Aún recuerdo como sí fuera ayer, mi primer día de clases; estaba atemorizada. No conocía los materiales, ni la metodología del subsistema, tuve que irlo averiguando en los siguientes días. Ingresé al servicio en el año 2006, por lo que al poco tiempo enfrenté el problema de trabajar con el modelo renovado para el fortalecimiento de telesecundaria, sin conocer absolutamente nada del tema. Nadie nos preparó para el proceso. Fue entonces que también me di cuenta de que un maestro debe encontrar sus propios recursos para fortalecer sus habilidades y capacidades.
Ante la situación observada en las distintas comunidades en las que trabajé, decidí ser factor de cambio en la vida de mis alumnos. Pero lograrlo no es fácil. Hay que ser pacientes y dar la atención que cada uno requiere. ¿Cómo se consigue llegar a ser un factor de cambio social?
Esta es una tarea realmente ambiciosa. Un maestro debe formar seres críticos y pensantes. Promover la convivencia basada en valores y actitudes adecuados. Lograr que manejen información de manera adecuada y que posean las herramientas necesarias para su desenvolvimiento escolar y personal. Para lograr una verdadera educación integral, se debe atender también el lado humano. Y para alcanzar lo anterior, es necesario que tengamos una verdadera autoridad moral. Para ello, debemos ser congruentes en el decir y en el actuar. Y además, un buen maestro debe generar en sus alumnos, el amor por el estudio.
Considero que, a pesar de todas las críticas que ha recibido, la educación basada en el desarrollo de competencias, constituye una excelente opción para atender las necesidades actuales de nuestros estudiantes.
El enfoque por competencias, constituye la orientación de diversos proyectos internacionales de educación. Las competencias, no son un modelo pedagógico, sino un enfoque o perspectiva para la educación.
Existen diferentes conceptos de competencia. Según Perrenoud, una competencia, es la facultad de movilizar un conjunto de recursos cognoscitivos (conocimientos, capacidades, información, etc.) para enfrentar con pertinencia y eficacia a una familia de situaciones.
De acuerdo con el grupo de trabajo de competencias clave de la comisión europea, las competencias clave, representan un paquete multifuncional y transferible de conocimientos, destrezas y actitudes que todos los individuos necesitan para su realización y desarrollo personal, inclusión y empleo. Éstas deberían haber sido desarrolladas para el final de la enseñanza o formación obligatoria, y deberían actuar como la base para un posterior aprendizaje, a lo largo de la vida.
Para Tobón, las competencias son procesos complejos de desempeño con idoneidad en un determinado contexto, con responsabilidad.
Una competencia implica un saber hacer (habilidades) con saber (conocimiento), así como la valoración de las consecuencias del impacto de ese hacer (valores y actitudes). En otras palabras, la manifestación de una competencia revela la puesta en juego de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para el logro de propósitos en un contexto dado.
Algo común en todas las definiciones de competencia, se refiere a la actuación en la realidad. El enfoque por competencias atiende un problema antiguo en la educación: la transferencia y movilización de los conocimientos adquiridos, a la vida real. En nuestro actual momento histórico, adquiere mayor relevancia, pues la sociedad exige que la educación forme para la vida y el trabajo con calidad. Se trata de ir más allá de la transmisión de conocimientos, pues ante el surgimiento de la sociedad del conocimiento, lo más importante no es tenerlos, sino saberlos buscar, procesar, analizar y aplicar correctamente.
Ante esta propuesta del desarrollo de competencias, que supone objetivos distintos a los planteados en el modelo conductista, es lógico pensar que se requieren cambios en los papeles del docente y el alumno. Primeramente, debemos replantear cuál es la verdadera finalidad de la escuela. Para Perrenoud, debería ser lograr la autonomía de las personas y prepararlas, no para los estudios largos específicamente, sino para la vida.
La clase expositiva, ya no debe ser la práctica más común de los docentes, por otro lado, el alumno se convierte en el centro del proceso de aprendizaje, tomando un rol más activo, responsabilizándose de su proceso, y encontrando la utilidad de los conocimientos que va adquiriendo, al aplicarlos en su vida diaria. El aprendizaje es más importante que la enseñanza. Y hay que centrarse más en el alumno que en la disciplina. El alumno ya no es un receptor pasivo de conocimientos y conceptos, la memorización deja de ser esencial, se requiere que realmente aprenda. Aún más, que a partir de sus conocimientos previos, construya su propio conocimiento, en base a experiencias reales, por lo tanto no se transmiten los conocimientos dogmáticamente, sino que son cuestionados y analizados; de tal forma que el alumno pueda adoptar sus propias posturas intelectuales y elabore su escala de valores, logrando así una autonomía moral e intelectual.
Para poder desarrollar competencias en los alumnos, el docente tiene que desarrollar antes, sus propias competencias. Esto implica un cambio en el papel tradicional del docente.
Además de conocer los programas de las asignaturas y planear clases, hay que desarrollar en los alumnos el gusto por aprender, es decir, se debe desarrollar la competencia de organizar y animar situaciones de aprendizaje. Esto se logra haciendo partícipes a los estudiantes en diversos proyectos de conocimiento.
La progresión de los aprendizajes, ya no se debe basar sólo en ejercicios estandarizados en libros y evaluaciones de carácter formativo, la nueva competencia se basa en el planteamiento de situaciones problema, que representen un reto para el alumno. También hay que tener una visión longitudinal de los objetivos del aprendizaje, no centrarse en un solo ciclo escolar.
En el modelo de enseñanza tradicional, se realizaba una organización de las clases, de manera general, sin tomar en cuenta los diferentes estilos de aprendizaje y las necesidades especiales de educación de algunos alumnos. Se requiere una nueva competencia, la diferenciación (que se debe realizar con el propósito de evitar que las diferencias se acentúen), para atender la diversidad de los alumnos. Hay que utilizar ciertas formas de cooperación, que permitan desarrollar valores y actitudes. Son útiles las tutorías uno a uno, y el trabajo en equipo.
Es necesaria la habilidad didáctica de saber construir el sentido que tienen los conocimientos y comunicarlo, pues esto se reflejará en una motivación autentica para el alumno, para seguir aprendiendo. Para esto, se requiere implicar a los alumnos en sus aprendizajes, que realicen su autoevaluación y establecer un Consejo de alumnos. Por supuesto que los docentes deben estar dispuestos a darles voz a los estudiantes, a diferencia del anterior modelo, en el que sólo escuchaban y no cuestionaban, ni los conocimientos transmitidos, ni la disciplina.
Los trabajos en equipo, no eran tan usados anteriormente, ahora en cambio, los docentes deben estar preparados para organizar desde sencillos grupos de trabajo, hasta elaborar proyectos de equipo. El trabajo en equipo presenta ciertas dificultades y conflictos, por lo que debemos estar preparados en dinámica de grupos, capacitados para ser moderadores y mediadores de conflictos.
La escuela debe abrirse hacia la comunidad educativa en su conjunto, sus recursos deben ser administrados de forma transparente y rendir cuentas. Esta competencia docente de gestión de la escuela, va de la mano con la de implicar a los padres en la construcción de los conocimientos, que realicen un papel más activo, en colaboración con los maestros. El maestro debe convocar a reuniones con los padres de familia y estar preparado para conducir estas reuniones.
Se debe desarrollar la competencia de utilizar lo que la tecnología actual nos ofrece, para ponerlo al servicio de la enseñanza. Esto no significa desechar métodos activos tradicionales, sino fortalecerlos.
Son competencias éticamente necesarias, prevenir la violencia en la escuela y en la ciudad; luchar contra los prejuicios y discriminaciones; desarrollar el sentido de la responsabilidad, solidaridad, el sentimiento de justicia y el saber gestionar las reglas de la vida en común referentes a la disciplina.
El docente debe ser responsable de organizar su formación continua, en base a la reflexión de su práctica docente.
El desarrollo de las anteriores competencias docentes, contribuirá al desarrollo de las competencias del alumno. Por lo que es evidente que el enfoque por competencias, trata de preparar a los alumnos para afrontar la vida. No por esto deja a un lado las disciplinas científicas, más bien tiende a potenciar su formación.
Por lo tanto, los docentes debemos reflexionar sobre nuestras actuales prácticas, para hacer a un lado lo que no contribuya al desarrollo de competencias en los alumnos. Hay que dejar atrás paradigmas tradicionales, para transitar hacia este nuevo enfoque.
El maestro ya no puede seguir siendo transmisor de conocimientos, sino generador de aprendizajes, ya no es instructor, sólo mediador. Debe fomentar las prácticas cooperativas, pues el aprendizaje es un proceso social; aprovechar el error como fuente de aprendizaje, recordar que muchas veces, son más importantes los procesos que el resultado en sí; fomentar la libertad del estudiante para decidir y aprender, integrar las TIC’s en las estrategias didácticas, plantear retos constantes al alumno, realizar una evaluación continua e integral, no sólo basada en pruebas escritas, enseñar a aprender, que el alumno sea el centro de sus esfuerzos.
No hay que desarrollar conocimientos, hay que desarrollar competencias. En el modelo tradicional el alumno aprendía escuchando, ahora debe aprender haciendo y enfrentándose a situaciones reales. La metodología debe ser más activa y desafiante para el alumno.
La escuela conductista se caracteriza por el autoritarismo (el profesor es la autoridad máxima, tiene la razón en todo y cree que su finalidad es dominar al grupo); el verbalismo (el maestro habla, dicta, expone sus conocimientos, mientras los alumnos callan y escuchan); la disciplina malentendida, en la cual se otorgan premios al que obedece y es sumiso y se castiga al que es rebelde o se atreve a cuestionar; el dogmatismo (los conocimientos transmitidos no se cuestionan, no se razona) y el mecanicismo (el alumno tiene que aprender de memoria, aunque no comprenda nada).
Ante estos ambientes de aprendizaje inadecuados, se pierde el interés, no se razona, sólo se memoriza, por lo que el aprendizaje no es consistente ni significativo. Como no se les permite expresarse, los alumnos no saben exponer sus ideas o problemas. Como son acostumbrados a obedecer sin conocimiento del porqué de una orden, pierden la iniciativa. Un sistema de este tipo, anula totalmente al alumno, destruye su personalidad, mata la creatividad, lo obliga a la simulación y lo convierte en un ser pasivo, sin capacidad de reflexión, temeroso de actuar ante los diversos problemas de la vida.
En cambio, en una educación basada en competencias, existe libertad de acción para el estudiante (no libertinaje), quien propone ideas, estimulando su creatividad y su capacidad de reflexión. El alumno construye sus propios conocimientos en base a conocimientos previos y actividades desarrolladas con este fin, en las que pasa a ser el actor central: cuestiona, analiza, investiga; el maestro sólo es un mediador entre el alumno, los conocimientos y los materiales didácticos. La autoridad del maestro debe ser una autoridad moral, ganada a pulso, por la congruencia entre su discurso y sus actos, la disciplina está basada en el dialogo, razonamiento y acuerdos favorables para todos. No debe existir la represión, y los alumnos se deben expresar libremente. Se respeta la personalidad de cada uno de ellos. Se trata de enseñarlos a razonar, estudiar por gusto e interés (no por temor a reprobar), a discutir, que tengan herramientas para seguir aprendiendo toda su vida. El objetivo es formar seres pensantes, críticos, autónomos, que sepan convivir armónicamente con la sociedad y su medio ambiente. Que conozcan la realidad y se reconozcan como parte de ella. Y que estén conscientes de que, ante las problemáticas que en ella encuentren, son factores decisivos de cambio
El objetivo principal de las escuelas conductistas es proporcionarle al alumno información. La educación basada en el desarrollo de competencias, tiene como objetivo primordial la formación del alumno.
No se debe caer en el error (muy común), de pensar que el enfoque por competencias se centra en el hacer y descuida el ser. Una competencia, como ya se pudo analizar, comprende también la movilización de valores y actitudes. La idoneidad, contempla saber desempeñarse con excelencia en todos los planos de la vida. El enfoque por competencias, pretende desarrollar al alumno de manera integral, en los aspectos cognoscitivo, psicomotriz, afectivo y educativo.
Al tratar de analizar ¿Qué clase de maestra soy?, comienzo a hacer un recuento de la manera en que realizo mis actividades de manera cotidiana, revisando mis actitudes más frecuentes y la finalidad que tienen. Creo que sobre todo, me interesa siempre que los alumnos sientan que son tomados en cuenta, que se respetan sus opiniones, me interesa que participen. La participación tiene una finalidad y un sentido formativo, ya que además de permitir la construcción del conocimiento, da sentido y fuerza moral a la vida social.
Tiendo a privilegiar la comunicación con mis alumnos, y entre ellos mismos. El diálogo es importante, así como el crear ambientes de aprendizaje en los cuales los alumnos se sientan en libertad de expresar sus sentimientos, preocupaciones e intereses. Pero también deben aprender que la libertad de expresión conlleva una gran responsabilidad, sobre todo de no lastimar, denigrar o calumniar a los demás. Por lo tanto, siempre procuro que todas las críticas y opiniones que se emitan, sean expresadas con respeto.
Desde el inicio de año, se elabora el reglamento del grupo. Todos participan en su elaboración, para generar el compromiso en su cumplimiento, pero sobre todo para no realizar una imposición y que los alumnos sientan que se les toma en cuenta. Como docente, hay que intervenir en esta actividad, en el papel de guía y moderador, sobre todo cuando se trata de acordar sanciones. Considero que es necesario imponer límites a los estudiantes, ya que esto también les otorga seguridad en su entorno, pero obviamente sin violentar su dignidad. Además, se establecen las comisiones de los alumnos durante el ciclo escolar.
En mis clases, las actividades trato de organizarlas de tal manera que permitan una participación de los alumnos más autónoma, aunque naturalmente, tengo que intervenir. Intento que desarrollen un pensamiento crítico, por lo que es necesario permitir que los alumnos opinen acerca de sus procesos de enseñanza y que expresen sus disensos, cuestionamientos y propuestas. Es válido cuestionarme, siempre y cuando la crítica o la observación se realicen con respeto y con fundamento.
Las diferentes formas de organizar el trabajo, también poseen diferentes objetivos. En este grupo en particular, que al inicio del curso se encontraba muy desunido, he tratado de enfatizar el trabajo en equipo, como un medio de fortalecer la tolerancia, el respeto, responsabilidad, solidaridad, cooperación y el sentido de compromiso, además de mejorar los procesos de aprendizaje. Reconozco que en este aspecto aún falta mucho por hacer, pues no todos mis alumnos tienen una buena disposición para trabajar con los demás, aunque han mejorado mucho respecto a la situación inicial del grupo.
Me gusta mucho crear ambientes lúdicos, esto les agrada a los alumnos, y mantiene su interés durante las sesiones. Algunos de mis muchachos a veces aprovechan para tratar de abusar de esta situación. Por lo que constantemente, tengo que intervenir para hacerles sentir que es una actividad importante, que no se desvíen del objetivo, esto procuro hacerlo de manera sutil, aunque firme a la vez, verificando entre los equipos el avance de la actividad, haciendo observaciones o sugerencias, o bien planteándoles preguntas que les permitan reflexionar sobre el objetivo de la actividad. Permito que los alumnos opinen al momento de organizar el trabajo en equipo, aunque a veces tengo que sugerir la distribución, pues es necesario que los alumnos con distintos grados de habilidad y habilidades diferentes, se encuentren presentes en cada uno de ellos, o simplemente tengo que cambiar a los integrantes, con el fin de evitar malos hábitos, como el hecho de que algunos alumnos trabajen y otros no.
Los beneficios del trabajo en equipo, también se obtienen al desarrollar proyectos en algunas asignaturas, en los que no sólo se abordan contenidos de manera multidisciplinaria, sino que además se pueden fomentar valores y actitudes como la capacidad de escuchar a los demás y saber tomar acuerdos, organizar tiempos y conciliar distintos intereses, ser responsable con los demás. Considero que un aspecto que no he sido capaz de reforzar, es la vinculación con la comunidad, ya que en muchos proyectos se ha tenido la intención de integrarla, hacerla parte, pero por diversos motivos, esto no siempre ha sido posible. Otra de mis debilidades, es el trabajo colegiado, que considero es necesario al momento de planear proyectos con mayores alcances, que permitan una mejor participación e integración de la comunidad escolar, incluyendo a los padres de familia.
En resumen, en mi práctica docente, trato de observar los principios del enfoque por competencias, haciendo que mis alumnos sean los protagonistas de los procesos de aprendizaje y propiciando que adquieran competencias que les permitan seguir aprendiendo durante toda su vida, lo cual les otorgaría autonomía moral e intelectual, además de contribuir a una formación integral, que no deje de lado la parte humana. Pero existen muchos aspectos en los que aún requiero hacer cambios. En vista de esto, después de reconocer algunas áreas de oportunidad, establezco los siguientes compromisos, con la finalidad de mejorar en estos aspectos y consolidar mis fortalezas:
• Ofrecer nuevas propuestas a mi compañero de escuela, para realizar trabajo colegiado, en beneficio de la escuela y la comunidad.
• Seguir insistiendo en invitar a los padres de familia a participar en las actividades de la escuela (cursos para padres y almuerzos). Este será el punto de partida, para comenzar a involucrarlos. Posteriormente, proponer el proyecto de cultivos que ya está diseñado.
• Buscar nuevos recursos y estrategias, para combinar el aspecto lúdico y el cognitivo, en las distintas actividades.
• Trabajar en apoyar a los alumnos, para que se involucren más y se concienticen de sus procesos de aprendizaje.
• Ser más observadora, dialogar más con mis alumnos, para conocer mejor sus intereses, temores e inquietudes.
• Cuestionar constantemente a mis alumnos, mediante preguntas que permitan la reflexión.
• Aprovechar siempre las diferencias que existen entre mis alumnos, para generar oportunidades de aprendizaje.
• Optimizar tiempos y aprovechar los espacios disponibles de la mejor manera.
• Analizar la manera en que manejo la resolución de conflictos.
También los maestros aprendemos constantemente de nuestros alumnos. Las preguntas que realizan, nos permiten conocer nuevos aspectos que tal vez no habíamos considerado al momento de realizar la planeación. En lo personal me ocurre continuamente, que ellos me hacen reconocer elementos fundamentales de los contenidos en cuestión, que tal vez yo había considerado obvios, pero para ellos no lo son. Siempre debemos tener la humildad de situarnos al nivel del alumno, pues los procesos de aprendizaje giran alrededor de ellos, principalmente.
Y a pesar de todas las dificultades de nuestra labor, siempre existen los pequeños triunfos, los momentos de orgullo para nosotros como maestros, que aunque pasen inadvertidos para los demás, son los que nos motivan a seguir perfeccionándonos, para ser mejores para nuestros alumnos.
Aunque nuestro trabajo ha llegado a ser poco apreciado por algunos sectores sociales, debemos sentirnos siempre orgullosos de ser maestros. Somos valiosos para el desarrollo y la transformación de este país. Debemos forjarnos una identidad y un sentido de pertenencia desde nuestros centros de trabajo y comunidades.
Definitivamente, nadie nos enseña a ser maestros, se aprende poco a poco, en la búsqueda de nuestra propia identidad. Para ser maestro no basta dominar contenidos, hay que desarrollar otras cualidades, como establecer la disciplina y canales de comunicación. La ética nos impone prepararnos, esta formación constante se debe basar en el análisis crítico de nuestras prácticas docentes. Se debe extender la reflexión al funcionamiento general de la escuela, ya que interactuamos constantemente con ella. Y las prácticas en el salón pueden influir en ella. Hay que ir más allá de los viejos modelos de enseñanza. Hay que sentirnos orgullosos de ser profesores y esa revaloración, nos dará conciencia de la importancia de nuestra labor. Los tiempos actuales exigen una modernización y la profesión es cambiante, por lo que debemos aprovechar los recursos digitales a nuestro alcance. Sí queremos formar ciudadanos activos y críticos, debemos transformarnos en sujetos críticos y mediadores efectivos.
Por todo lo anterior, es relevante que maestros, padres de familia, alumnos, así como las autoridades de todos los niveles dignifiquen y revaloren a la escuela y a quienes ahí trabajan, porque la educación es un factor de cambio social, democratización y desarrollo para la nación.
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